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No es barbarie la autodefensa ante la barbarie: la verdad sobre la carta anti-Israel

En 1921, Albert Einstein rechazó la tentadora propuesta de dictar una serie de conferencias en el Palladium londinense, y optó por una actividad que no le depararía honorarios sino diatribas: una gira de difusión del sionismo, junto a quien sería primer presidente de Israel, su amigo el científico Jaim Weizmann. 

Einstein siempre priorizó su compromiso con la verdad por sobre la popularidad. Una década después salió a la luz el libro Cien autores contra Einstein para “desenmascarar la ciencia judía ante la verdad aria”.  El físico se limitó a responder con parsimonia: “Si mi teoría fuera errónea, con uno solo habría bastado. No hacían falta cien”. 

No son cien los falsarios esta vez, sino apenas una docena. El 6 de agosto difundieron “el oprobio y la ignominia” que les despierta la invitación al Primer Ministro de Israel a la Argentina. Para justificar su herida sensibilidad, lanzan, sin ningún ejemplo como es la norma para quien difama, las muletillas habituales de “crímenes contra la humanidad”, “genocidio” y otras trilladas mentiras contra un país que está defendiéndose de genocidas consumados. 

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Si hubieran vivido hace unos siglos, estos infames habrían sugerido que los judíos bebemos sangre de niños; hace unos años habrían agregado que dominamos el mundo. Me detengo en este artero procedimiento en mi artículo El Estado deicida. Más actuales, se ciñen a las calumnias de la corrección política que demonizan al Estado judío por medio de descontextualizar. Si Netanyahu “ataca en Gaza”, debe de ser maligno. No hay motivos adicionales, por lo menos no motivos que sean dignos de mención para los firmantes del oprobio y la ignominia. 

Que nadie recuerde que el 7 de octubre de 2023 asesinaron a 1200 israelíes desarmados, incluidos unos 300 jóvenes mientras bailaban; incendiaron aldeas agrícolas y pacíficas (kibutz); violaron hasta la muerte a madres delante de sus familias; torturaron a niños, y secuestraron como ganado a 250 ciudadanos (bebés incluidos), veinte de los cuales siguen en las garras de Hamás, hambreados y obligados literalmente a cavar sus propias tumbas. Enfrentar todo ello es, en el lenguaje orwelliano de los oprobiosos, “barbarie”.  

Mientras tanto, los nuevos nazis difunden sus hazañas por los medios, y se comprometen a que las repetirán hasta que sea eliminado el Estado judío. Ni una palabra sobre esto figura en la indignadísima carta, muy intelectual ella, que sólo apunta contra quienes actúan para liberar a sus secuestrados torturados, y para que el troglodita Hamás deponga las armas, lo que avanzará la dignidad de los gazatíes.

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En 2005 Israel expulsó a su propia población de Gaza, transformándose en la única democracia en la historia que desplaza a sus ciudadanos. Lo hizo para “darle una oportunidad a la paz”, para que los palestinos pudieran construir el Dubái del Mediterráneo. Pero la raison d’être del nacionalismo palestino es la eliminación de Israel, y transformaron la Gaza “liberada” en un monstruoso antro de terror y de culto a la muerte.  Nada de tal verdad se leerá en las cartas indignadas e intelectuales de quienes afrentan al judío de los países, en una actitud que tiene un nombre que se me escapa. Son los vestigios de la izquierda póstuma, que vivió toda su vida equivocada y ahora derrama su indignada frustración contra el blanco acostumbrado.  

Felicitaciones, presidente Milei, por insuflar un poco de lógica y justicia al invitar a la Argentina al Primer Ministro del país que se defiende del terror sádico que amenaza al mundo libre.  Gracias por obviar a los hipócritas, a los cómplices del terrorismo, a los “Varios autores contra Netanyahu”.    

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